Por un reparto igualitario
En las últimas tres décadas, las tasas de inserción laboral de la mujer, así como las de acceso a la educación, especialmente a la de mayor cualificación, han sido espectaculares. Desafortunadamente, estos datos no se han traducido en una autonomía absoluta. Así, si bien es cierto que en el tema de la igualdad se han producido grandes progresos, en el ámbito económico todavía hay mucho camino por recorrer. Tradicionalmente, la mujer ha estado supeditada al hombre porque la gestión económica se relegaba a ellos, y esto ha provocado una clara diferenciación de roles dentro de la propia casa. El curso, que contó con la colaboración de Emakunde, pretendió analizar esas diferencias e intentó proponer alternativas para que a nivel público y privado se apoye el reparto equitativo de las tareas domésticas.
En el contexto de intentar responder a si el dinero tiene sexo, autoras como Clara Coria, psicóloga y escritora argentina, han creado el neologismo ‘sexuación del dinero’ porque creen que la economía está masculinizada. “Uno de los problemas de nuestra sociedad es que se nos ha inculcado el modelo patriarcal jerarquizado en el que el hombre es el poderoso, el que lleva el dinero a casa y lo gestiona”, expuso Coria. Por su parte Capitolina Díaz, Consejera de Investigación en el Parlamento europeo, a través de consultas a varias parejas en materia de sueldo y reparto de los bienes, llegó a la conclusión de que cuando él gana más, la mujer no toca el dinero, pero cuando ella obtiene ingresos mayores o ambos obtienen los mismos ingresos, el varón busca fuera de casa estrategias tales como el invitar a familiares y amigos a comilonas para disimularlo. “Y lo peor de todo es que la mujer secunda esta situación para que su cónyuge no se sienta un perdedor”.
Con el fin de responder por qué el dinero marca distancias entre sexos, Yolanda Jubeto, docente de la facultad de ciencias económicas de la UPV, se remontó al siglo XVIII y a las teorías económicas tanto clásicas como neoclásicas. Expuso que a la vez que la ciencia económica, surgió la economía feminista ya que aquélla excluía a las mujeres. Aunque al final los hombres siempre han acallado las voces de éstas. Criticó además, que todavía hoy en las facultades se estudian todos los pensamientos económicos ideados por hombres, pero no se mencionan los de las féminas.
La mayoría de las teorías coincidían en que la vida pública era para él y la privada para ella. También se determinó que si las mujeres accedían a trabajar fuera de casa, el salario asignado sería menor que el de los hombres. “En lo que a la equiparación de salarios se refiere, hay teorías que razonaron por qué se daban sueldos inferiores a las mujeres: en primer lugar, existía el prejuicio de que las mujeres dependían de los hombres; en segundo, tenían limitado dónde trabajar y esto a su vez provocaba mucha oferta; y por último, los ingresos de la mujer eran considerados para su propia subsistencia y los del hombre para la de la familia. A raíz de esto creo que aún hay sueldos precarios”, razonó la profesora.
En el ámbito privado, el dinero establece diferencias en el comportamiento de mujeres y hombres. Sin embargo, es desde el marco público donde se propicia esta situación, ya que María Pazos, miembro del Instituto de Estudios Fiscales, denunció que las políticas públicas no incentivan que el hombre ayude en casa. “Tenemos asumido que queremos el reparto equitativo, lo que nos falta es ponerlo en marcha con medidas para ejecutarlo”, insistió Pazos a modo de reflexión.
Ana Agirre Saez:
¿En qué sentido condiciona a mujeres y hombres la sexuación del dinero en el ámbito privado y público?
En lo que al marco privado y
comportamientos individuales se refiere, no nos sentimos libres para gestionar el dinero como deseamos. Lo gestionamos en función de los intereses de otras personas porque entendemos que nuestra función pasa más por darnos gratuitamente, por dar amor, cariño, sentimientos. Nuestro éxito es más dado al reconocimiento social que al logro de dinero. La construcción de la identidad masculina tiene que ver más con el éxito profesional y con la obtención del dinero. Y en el ámbito público, las diferencias se ven en que las políticas que se hacen favorecen los modelos tradicionales.
¿Qué repercusiones tienen los diferentes modelos de regulación civil de la convivencia?
Tenemos básicamente la sociedad de gananciales o la separación debienes, aunque también algún régimen foral. En la medida en que la pareja vaya bien no habrá problemas, el dilema aparece cuando hay una ruptura. Por eso es importante pactar las condiciones económicas antes de convivir en pareja por lo que pudiera pasar ante una ruptura.
¿Considera que las políticas sociales y fiscales desfavorecen a la mujer?
Las políticas en nuestro entorno, exceptuando los países nórdicos que van adelantados en materia de igualdad, están reforzando el modelo tradicional, dan ayudas para que las mujeres reduzcan su jornada laboral, cojan la excedencia, etc. y así es ella la que se queda en casa. Estas políticas contribuyen a que se legitime que la mujer decida no trabajar.
En la Ley de igualdad de la CAV, vigente desde 2005, no se trata el tema de equiparación salarial ante un mismo puesto, ¿Hay algún proyecto de ley en marcha?
El problema no se puede resolver desde una comunidad, es un conflicto estatal. La verdad es que aquí no se está poniendo nada en marcha porque las competencias de aquí no nos lo permiten pero creo que el Estado tampoco está haciendo nada. Pienso que los sindicatos también tendrían que moverse en este sentido.
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